La diversión es un ingrediente fundamental en verano. El tiempo libre y las horas de ocio se multiplican y los niños tienen la oportunidad de disfrutar las horas de la forma que más les gusta: jugando.
Según varios informes, las horas de juego tienen un beneficio incalculable para los más pequeños y —aunque es una actividad que se debe desarrollar durante todo el año— las vacaciones son un momento idóneo para los momentos de dispersión.
– Ayudan a la socialización. Estar en contacto con otros niños ayuda al desarrollo social y psicomotriz de los más pequeños. En aquellos que ya son un poco más mayores, fomentan la interacción, la capacidad de negociación y integración en círculos de amistad diferentes a los que están habituados.
– Es una forma de que hagan ejercicio. La actividad física pasa desapercibida cuando los niños juegan pero el hecho de estar al aire libre sin parar de moverse es una buena forma de que hagan deporte —sin saberlo— y dejen de lado objetos como las videoconsolas o los ordenadores.
– Cambian sus entornos. El verano permite pasar más horas en lugares como piscinas, parques o la naturaleza. Una forma de fomentar su conocimiento e imaginación.
– Potencian su creatividad. Al estar en un entorno nuevo, diferente y desconocido los niños utilizan su imaginación para crear universos alternativos, personajes, historias e, incluso, reglas de juego.
Identificar núcleos de aficiones comunes o individuales en la familia puede ser de gran ayuda para conocernos mejor entre nosotros y como grupo. Eso, a los adultos nos puede exigir poner grandes dosis de creatividad y generosidad.
En épocas de descanso y más horas en familia veo oportuno recordar que el juego puede ser un estupendo medio de adquisición de virtudes y valores.
Por eso, creo que vale la pena ejercitarnos más, en el entorno familiar y de amistades, en juegos lúdicos, deportivos y de sobremesa, tradicionales y modernísimos, artísticos e intelectuales, que pueden ser medio de goce y crecimiento.
Pero, no veamos la diversión como un fin en sí misma o un compartimento estanco de nuestra vida. Encontremos tiempo, también, para tantas cosas buenas que los demás esperan de nosotros. El juego será entonces una oportunidad diferente, nueva, creativa, para conocer y conocernos más.
Según qué juegos sean los elegidos, vamos a entrenarnos más –padres, hijos y amigos- en nuestra capacidad de convivencia, espíritu de superación, trabajo en equipo, esfuerzo paciente y continuado, comprensión mutua, saber ganar y saber perder, conocimiento propio y ajeno, organización temporal y espacial, habilidades sociales, razonamiento lógico, expresión artística, capacidades físicas y deportivas, respeto a las reglas establecidas, etc.
Identificar núcleos de aficiones comunes o individuales en la familia puede ser de gran ayuda para conocernos mejor entre nosotros y como grupo. Eso, a los adultos nos puede exigir poner grandes dosis de creatividad y generosidad. Sí, por supuesto. Pero, está claro que ejercitar mediante los juegos virtudes como el orden, la constancia, la humildad, la sinceridad, la espontaneidad, la fortaleza, el compañerismo, la alegría, etc. y el disfrute de todos, nos aportarán una gratificación añadida que es la unidad familiar, medio imprescindible para afrontar con serenidad las dificultades cotidianas, que esas sí irán en serio.
Es de esta forma que valores estupendos como la tolerancia serán además respeto; la libertad, responsabilidad; la solidaridad, comprensión; la justicia, benevolencia y el conocimiento, humildad.
FELICES Y CALUROSOS DÍAS….